Redacción.
Justo en el día en que se conmemora en la Iglesia y la Familia salesiana al beato Felipe Rinaldi, el 5 de diciembre, es oportuno recordar su figura y su relación estrecha con el Tibidabo.
Don Felipe Rinaldi, conoció personalmente a Don Bosco y, ya salesiano sacerdote, fue enviado en 1889 a Barcelona por don Miguel Rua, primer rector mayor, quien le confió la dirección de los Talleres Salesianos de Sarriá y tres años más tarde, inspector salesiano de la Península Ibérica, en donde desempeñó su ministerio hasta 1901, cuando fue incorporado al Capítulo Superior, en Turín, como Prefecto General.
Los historiadores Pedro Ruz y María Felipa Núñez explican de este modo la relación especial de don Rinaldi con la incipiente presencia salesiana en la cumbre del Tibidabo: “Unida al amor a la Virgen, su devoción al Sagrado Corazón fue también muy profunda, siendo exponente de ella la especial atención que le mereció el Tibidabo”. Y citan el testimonio del salesiano Rodolfo Fierro: “Ninguna obra de la España salesiana tomó tan a pecho, ninguna recomendó con tanta insistencia”.
El beato Felipe Rinaldi, durante sus años en España, solo pudo conocer la ermita primitiva y, sin duda, impulsó los trámites para el reconocimiento legal definitivo de la propiedad salesiana en la cumbre de la sierra de Collcerola. Siendo ya Rector Mayor, sin duda siguió de cerca la construcción de la cripta y la actual basílica.